viernes, 6 de noviembre de 2009

Dos caballos blancos










W. B. U.


Desde muy niña a ella le gustaban los caballos. Yo, en cambio, los he odiado siempre. Ella los cuidaba y los mimaba con entrañable cariño, costumbre que inició en aquellas tardes lejanas de su infancia, cuando galopaba las horas y los crepúsculos en los campos del abuelo.
La primera vez que lo hizo sola, frisaba los doce años. Casi voló aquella vez. Su delgado cuerpo flotaba sobre el suave lomo del animal, mientras su pelo largo dibujaba orlas doradas que se recortaban sobre el cielo intensamente azul, dando un poco de paz y descanso al esforzado abuelo, que la miraba extasiado.

Ahora ella está frente a mí, en otras circunstancias. Muchos años han transcurrido, desgranándose día a día, con paciencia de árbol. Mientras yo estoy atento a cada movimiento, ella tiene una mirada perdida, absorta en quizás qué pensamientos lo que me brinda la oportunidad de apoderarme de uno de sus caballos blancos, sin que se percate, sino hasta que sea suficientemente tarde.
Ella, cada tanto, hace enormes esfuerzos por seguir defendiendo sus caballos. Los oculta, los protege con las pocas fuerzas que le quedan. Me había encargado yo de irla despojando de todas sus capacidades, de todas sus oportunidades, de todas sus convicciones. Su fuerza no era ya más que una tímida caricatura de lo que fue al inicio de nuestra contienda, cuando intentó atacarme en mi punto más débil. No contaba ella con que había aprendido a leer muy bien su transparente inocencia.
Mi deseo de causarle daño, se había vuelto un empecinamiento, hasta el punto de no pensar en los riesgos que ello implicaba. Lo único que osaba en meditar era la forma impúdica, casi obscena, en que quería apoderarme de sus dos animales, lo cual –me exigía- debía hacerse estableciendo, con claridad meridiana, que sólo me movía a ello la venganza. Para lograrlo debía ser de una manera tal que ella asistiera al espectáculo de la captura, sin que tuviera la menor posibilidad de reaccionar ni de revertir la situación. La quería ver desesperada, compungida.
Si a consecuencia de mis actos, yo recibía luego algún castigo, eso echaba por tierra el placer de la venganza, por lo tanto pensé muy bien, en varios repasos meticulosos, cada uno de mis movimientos. Ella debía darse cuenta, mansamente, que había sido yo el causante de la desaparición de sus caballos. Ella debía quedar absolutamente estupefacta, castigándose una y otra vez, por haber permitido mi jugada macabra, la cual –me resultaba imperioso- debía terminar completamente impune, avalada por su complacencia.
Finalmente, me decidí a hacerlo de la forma más brutal posible. Nada de sofisticaciones. El movimiento debía ser nítido, claro, casi bestial, y así lo hice.

Ella no vio el movimiento perverso y sutil de mi mano. Tomé al pequeño animal por la cabeza y sentencié:

-¡Jaque!

FIN

miércoles, 21 de octubre de 2009

Cuando miro el agua...

Cuando miro el agua
sale una flor hermosa
como tú.

Cuando sale la luna
sales tú con tu peluche azul.

Cuando miro el arrebol
apareces tú
y cuando miro el cerro apareces tú.

Cuando miro el agua sales tú
y cuando miro el cielo
sale una flor como tú.

Autora: Diana Pineda, 10 años.

martes, 29 de septiembre de 2009

El Secreto




W. B. U.


Él llega a hacerse cargo de los negocios mafiosos del padre después de quince años de ausencia. Encuentra de inmediato a la sirvienta, cuyos pechos provocan nuevamente los mismos sentimientos que incitaron su temprana y verrionda adolescencia, y a pesar de que el tiempo y la gravedad ya los han magullado, aún conservan algo del donaire y la turgencia de otros tiempos. ¿Lo habrá amamantado alguna vez?, piensa. No lo recuerda, pero intuye el sabor.
Él era el último hijo de Doménico Calabressi, un capo respetado por muchos. Los que no, aún retuercen sus huesos a tres metros bajo tierra.
Sus dos hermanos habían sido mucho mayores y ya había muerto en reyertas estériles y alcohólicas. Más de 20 años los habían separado y, a ciencia cierta, cada vez que lo preguntó, nadie pudo responderle cómo su madre lo parió teniendo más de 50 años.
Franco llegó orgulloso y altanero como todo un Calabressi. Era el fiel reflejo del padre.
Esa actitud desafiaba la humildad de la empleada, la última de todas las sirvientas y criados que había en la casa familiar. Tampoco se imaginaba por qué su padre no había despedido nunca a esa mujer, bastante lenta para los trabajos domésticos y quien se desenvolvía por la casa, como transportando a hurtadillas un desafiante secreto ominoso.
Él la llamó y sintiéndose todopoderoso comenzó a acosarla. Ella retrocedió roja de vergüenza y salió corriendo del despacho principal. Él la llamó con más fuerza y le dijo que la quería en su cama esa noche. Pero esa noche, él durmió solo.
A la mañana siguiente recibió una descarga de preguntas, nuevas exigencias y amenazas. “No, no puede ser”, fue toda la respuesta que recibió Calabressi. “A mí nadie me rechaza”, sentenció él, seguro como un dios. “Prefiero la muerte”, sollozó ella, encogida en su humildad, mientras intentaba disimular el temblor de sus manos con un pañuelo. “Será”, pensó él, achicando sus gélidos ojos felinos.
A los tres días, la mucama fue sepultada en un pequeño cementerio a las afueras de la villa, sin fiestas ni lágrimas.

FIN

domingo, 27 de septiembre de 2009

La Escalera




W. B. U.



Tres veces por semana, Miriam hacía subir sus sueños más callados por esa escalera que la conducía al misterio de siempre. Hoy, con el mismo sol en las alturas, seguía siendo jueves, tal como el día anterior. Tal como hacía dos días y tal como hacía tres, porque el viento fresco y salino, como entonces, le refrescaba el afiebrado rostro como una letanía, y el frío que cargaban millones de minúsculas gotitas de mar, le hacían erectar los pezones de sus escuálidos pechos que se erguían bajo la polera, como una breve amenaza.
Se atrevió a dar el primer paso y pensó por breves segundos. El primer peldaño de la escalera de cemento le parecía ya una altura seductora y provocativa. Pensó en el graznar de las gaviotas que le taladraba los oídos igual que en los días precedentes. Pensó en que, luego, el plan de Valparaíso se quedaría unos doscientos peldaños más abajo, junto con el olor a jureles gritados destempladamente en las calles contiguas a la Plaza Echaurren.
Ella buscaba lo de siempre. Encontrarse con cualquiera, porque cualquiera servía para saciar la profunda sed de su soledad. Ella buscaba encontrar el pretexto que le hiciera darse cuenta que algo estaba transcurriendo, que algo era distinto al quehacer de su día anterior. Pero, no. Todo era exactamente igual. Todo era como un mismo rutinario y constante Dèja Vu, repitiéndose una y mil veces. En esa escalera no aparecía nadie y ella se veía obligada a seguir subiendo. Pensó entonces que, como siempre, tocaría con la punta de los dedos la irregular pared de piedras, cuyos peldaños olían a orines trasnochados y a gatos marcando territorio.
Todo era igual, exacta y odiosamente igual. Era un conjunto de sensaciones y realidades que se materializaban de la misma forma, sin la menor variación, como un segundo empalagoso que duraba horas. Ella subía y subía cada peldaño con la decisión que le habían enseñado sus padres y una vida de carencias. Ella subía cansada, sin darse cuenta. Era un tiempo agotado, que permanecía estático a su alrededor. Un espacio, también cansado. Es que ella había estado, como cada noche, hasta las cuatro de la madrugada, en el bar que colindaba con la casa, donde alquilaba una pieza con otros cuatro estudiantes universitarios.
Pensó que cuando subiera los últimos tres peldaños se daría cuenta que, en la noche anterior, se había comportado en forma miserable y patética, al intentar justificar lo injustificable y que, al final, para no seguir discutiendo, había sido suciamente agresiva, al espetarle en la cara: “Entiéndelo, no soy la santa que tú quieres”. Después de ello, había dejado tras de sí un portazo, cuyo eco, latoso como una peste, todavía martillaba en su memoria.
Cuando llegase a la calle de la Facultad, pensó que se daría cuenta inmediatamente que, tal como el día anterior y los días precedentes, todo se había detenido bajo el sol cenital. Allí estaría la lata de cerveza aplastada, como el día jueves. Allí estaría la rotura en el conducto del agua de lluvia, carcomido por el paso de un tiempo oxidado y detenido en el olvido, tal como lo había visto tantos jueves.
El tiempo no transcurría, porque nada cambiaba en la magnífica rutina de Miriam. Ni siquiera envejecía, lo que, a veces, le resultaba molesto, pero justo entonces entendía que el tiempo era la magia que construía para sí, cada vez que hacía algo distinto a lo anterior.
Por ello, cada mediodía llegaba hasta la Facultad de Música de la Universidad Panamericana y entraba al salón de clases. Allí, arrellanándose en una mullida silla y en su silenciosa soledad, arrancaba las primeras notas de las cuerdas de su violoncello y el tiempo, mágicamente, comenzaba a transcurrir. Era un devenir matemático, un efluvio mecánico expresado en fracciones de un tiempo estático que se desgranaba en infinitos rebotes en las paredes del salón. Era el tiempo un sonido que asemejaba a voces humanas y que se le metía por los poros. Sólo en esa instancia mágica y creadora el tiempo existía. El sonido se deslizaba desde la caja de resonancia de su violoncello e inundaba y desbordaba sus tímpanos. Hacía vibrar las paredes, las hojas de los árboles y las miradas abatidas. El sonido inundaba de luz aquellos escondrijos donde se ocultaban las sombras y el silencio. Entonces, ella cerraba, por fin y ritualmente, sus ojos, siempre ávidos de imágenes, y se dejaba mecer por los acordes trinitarios y los arpegios que jugaban a escaparse por la ventana. Se dejaba llevar por los ritmos, balancear por las armonías, acariciar por las percusiones; en definitiva, se dejaba sentir cada uno de los instantes musicales que le proporcionaban la felicidad de tener la certeza de que el tiempo transcurría. Sólo así se sentía viva y se sentía envejecer, aunque fuera lentamente y sólo tres veces por semana, después del mediodía.
Después de dos horas, en cuanto dejaba de frotar las cuerdas de su violoncello con un arco firmemente aferrado a sus dedos, sentía que todo volvía a detenerse. Se estancaba la vida y su corazón en una tristeza profunda y quieta, porque todo volvía a ser igual que en los empantanados días anteriores. La misma rutina hiriente de su pobreza digna, como un calor pegajoso que no la dejaba moverse, la esperaba agazapada. Entonces, intentaba sacarle nuevas notas a las cuerdas, pero sabía que no podía quedarse, porque debía cumplir con el rito de salir del salón, salir de la Facultad y bajar por aquella escalera, que la conducía a la eterna rutina de su soledad.
Sin embargo, a pesar de la enorme tristeza sospechada, que sucedería a la excitación que le provocaba el fabuloso momento en que creaba el tiempo frotando las cuerdas de su violoncello, respiró profundo, se atrevió, incluso, a sonreír y dio su segundo paso para subir por la escalera en busca del misterio.

FIN

martes, 18 de agosto de 2009

No estás y afuera llueve...




W. B. U.


La pared está enmohecida,
empapada, de tanta lluvia y tanta sombra.
Las hojas en el suelo alfombran el camino que busco,
impenitente, de regreso a tus brazos.

Pero no estás y afuera llueve tan fuerte.

Los vecinos se fueron llevándose sus ruidos
y el silencio recién llegado
se hizo amigo de los perros
que todavía ladran tu partida.

Entonces, sólo entonces,
me arrellano en la tristeza
y acaricio mi guitarra
para recordar tu cuerpo.

Llueve intenso afuera y también acá dentro.

Mis dedos recorren y pulsan unas cuerdas
tirantes como tu enojo,
y sus primeros sonidos,
que esta soledad inundan,
son los sueños de un alerce puesto en libertad.

Y en esos sueños, que cabalgo sin esperanzas
me voy rumbeando los escondrijos
de cada cuarto de esta casa sola,
donde ella reía,
en esta casa donde se acostumbró a vivir mi tristeza
como una vieja que se sienta a matear
y dejar pasar el día.

Afuera llueve…
…no para de llover.

domingo, 16 de agosto de 2009

Como mi muerte...




W. B. U.
(En honor al poeta mexicano Jaime Sabines)

Estoy en tus manos como un libro viejo
que se lee una y otra vez,
y que olvidas sobre el velador,
por un tiempo, para volverlo a leer.
Sabes más de mí
que lo que yo nunca alcanzaré a comprender
y te atreves a lanzarme a la cara,
las verdades y palabras
que me niego sistemáticamente a decir,
mis mentiras, mis fracasos,
porque siempre has sido inexorablemente
congruente y fiel.
Por eso aprendí a aprender de mí
escuchándote atentamente,
cuando tu voz inunda este territorio nuestro,
en que me siento niño de nuevo y recuerdo
cuando mis oídos se hacían esclavos de los cuentos
que mi padre hilvanaba en mis noches de miedo
y yo pegaba mis pupilas en el cielo de mi cuarto
para adivinar las sombras que allí
dibujaban las ramas del granado que plantó mi abuelo.

Te has convertido en el milagro cotidiano y permanente,
que llena mi vida de inquietudes dulces.
Serías mi amante si no estuvieras casada conmigo.
Pero no te merezco, porque eres como el perdón
y yo soy como tu castigo.
Te haces presente siempre,
como una sombra, como un aliento,
como un efluvio que huelo a cada paso
y te fundes con mi piel y mis deseos.

¡Pero qué distante te haces,
cuando te ausentas por dos minutos!
Porque tú eres mía,
como mi casa,
como mi sombra,
como el aire que preciso.
Eres mía, eres mía
como lo será mi muerte,
amor mío.

domingo, 19 de julio de 2009

Tomaré esa flor...









W. B. U.

Después de tres sigilosos pasos
tomaré la flor que me niegas
y al hacerlo verás las estrellas,
beberemos juntos de mi propio vaso
y reiremos hasta alcanzar la noche…
Después de tres sigilosos pasos
tomaré la flor que me niegas
conquistando ese jardín secreto,
de humedades y sombras, a tientas.
El primer paso me acercará
a tu jardín y a tu sorpresa,
el segundo a tu agobio y ansiedad,
para el último ya será tarde,
te sabrás abandonar,
sentirás acercar mis labios
y besar tu flor,
oleré su aroma
y moriremos de amor…

sábado, 4 de julio de 2009

Sabor de arándanos











W. B. U.





¿Qué pretendes, ahora,
dime qué pretendes
ocultándote detrás de tus pecas
con ese aire de diva descuidada,
que siempre te ha sentado tan bien?

Fuiste una diosa,
una virgen corrompida
en el mármol blanco de tu desnudez,
y traicionando tu altivez,
te quedaste allí, absorta,
esperando a que te recorriera, entera,
esperando a que te explorara, lento,
para saciar el hambre de mis manos,
para saciar en tu bendita piel,
la sed de mis labios,
el apetito de mi lengua ansiosa,
que sólo atina a buscar en ti
el sabor de arándanos con miel…

martes, 30 de junio de 2009

Esta eternidad se nos acaba...





W. B. U.


Esta eternidad se nos acaba
mientras lloriqueamos, gemimos,
sollozamos como niños con hambre
por todo lo que no nos ha sucedido.

Esta eternidad que es el momento del beso
se me hace un instante cuando te recuerdo,
y se constriñe en una convulsión de sinsabores
cuando te tengo y no te tengo.

Esta eternidad se me hace incendio,
flagrante letanía de tu silencio
y lloro como niño tu ausencia
y así seguiré hasta el fin de los tiempos…

domingo, 28 de junio de 2009

El amor se me viene de golpe








W. B. U.


Como la sombría lluvia de mi infancia,
esa que caía a torrentes
entre efluvios de pinos y eucaliptos,
así se me viene el amor de golpe,
cuando mi memoria te dibuja
en el lienzo de mi recuerdo.

Eres demasiado fecunda y provechosa,
para perderte en el olvido
y así rompes, obstinada, testaruda,
una y otra vez este silencio y este frío.
Por eso, aunque mis dedos no te toquen
serás la hembra lozana de mi nido,
hasta el último de mis días
serás la única hechicera que me ha tenido.

Si solamente llamaras primero,
para no perturbarme cuando te recuerdo,
para no sentirme agobiado
por tanto amor que me llega de golpe,
entre vahos, entre brumas
yo estaría ansioso,
como el verso que no nace de mi pluma.

Para entender por qué te sigo recordando
todos tendrían que conocer nuestros miedos,
y que las mentiras las sellamos con un beso,
con un beso que quema,
como los arreboles que encienden,
eternamente, este cielo…

La métrica que a unos preocupa












W. B. U.





La métrica que a unos preocupa
a otros nos mantiene sin cuidado
si yo fuera así, tan preocupado,
tendría que buscarlas con una lupa.

Sin embargo, escribir yo prefiero
sin ocuparme ni de las medidas
y no quiero andar a escondidas
quiero ser poeta, no ingeniero.

Quiero siempre expresar lo primero
que llegue a esta cabeza forana
aunque no sea yo un buen rimero.

Mantengo una postura idílica
para que me perdone Mejorana
y me critique EnlaBasílica.

viernes, 19 de junio de 2009

¿Dónde están las mariposas amarillas?









Walton Beltrán Uyevic





¿Dónde están las mariposas amarillas
que dentro de nuestros estómagos volaban
cada vez que mis dedos te exploraban
ganando gestos de amor y mil cosquillas?

No las tiene el gran Mauricio Babilonia
y el viejo General Buendía, tampoco
sólo las tiene escondidas este loco
en un castillo oscuro de Caledonia.

Para recuperar este tiempo pasado
quiero invitarte a que juntos volemos,
ya vez, todavía sigo enamorado.

Burlémonos como siempre a hurtadillas
porque yo quiero: alegre o enojado
recuperar mis mariposas amarillas.

domingo, 14 de junio de 2009

Paso a Dos









Coautoría de Socorro Melgarejo Lozano
y Walton Beltrán Uyevic



El humo de mi cigarrillo te dibuja
entre las cuatro paredes de mi ansiedad
y te recuerdo febrilmente bajo las sombras
de la luna.

El humo de tu aliento me envuelve y me seduce.
Desfallezco,
y no sé si me encuentro en el cielo o en la tierra
o en los espacios siderales y turbados de tu cuerpo.

Mis sentidos se inundan
y me pierdo por el camino de tu fiebre.
Y ya no sé qué hacer, ni qué sentir
ni adonde dibujarte con mis labios cuando mi boca arde
y puede que hasta abrase tu piel estremecida.

El humo de mi cigarrillo te trae
desde los límites del tiempo
y desde los rincones más profundos
del territorio de mi memoria.

Y comienzo a contemplar como te acercas,
sinuosa, agazapada, con pasos de felina
para ocultarte entre las hebras del humo que se escapa
en busca de la luz de una luna colorada
que abrasa porque el sol ya no quema.

¡Vuela!, te digo.
¡Escapa por esa ventana que se funde
en el espacio recóndito del tiempo y el territorio agreste
que son los lugares oscuros de mi memoria!

¡Vuela, mientras llueve y no deja de llover!

Llueve sobre los manantiales,
llueve.
Llueve sobre los claros del día y las acequias,
llueve.
Llueve sobre el jardín y el granado
haciendo que revienten sus frutos escarlata
como un corazón que se derrite
y se entrega a los gorriones,
en una ofrenda,
grano a grano.

Les llueve a los poetas y a los versos.
A los cántaros,
a las copas vacías y a los vasos de cristal.
Llueve por todas partes.
Se rebasan los ojos de tanta angustia,
el agua se desborda en los deseos y en la memoria.

Y no para
de
llover
y
llover.

sábado, 9 de mayo de 2009

Frente al secreto cósmico




W. B. U.


En la mañana de un sábado de mayo,
inundado de una húmeda y grisácea luz
subo a gatas hasta la cima de este cerro pedregoso
y cuando me vuelvo a mirar para el valle
encuentro una historia que se repite,
como rutinaria gota en el lavamanos
de la realidad…


Hemos estado por siempre,
como una estatua de sal,
como una roca batiéndose lentamente en el mar,
frente a la única y verdadera realidad:


que respiramos y dejamos de respirar

en medio de un mar de inexactitudes
y secretos cósmicos,
frente a los cuales inventamos teorías,
para entender,
construimos sistemas,
para razonar,
elaboramos la idea de Dios
y todo, para evitar el miedo
de vivir frente al abismo
del desacierto y la indeterminación.
Y nuevamente,
como porfiada letanía,
nos encontramos frente al intento
por entender una realidad nebulosa,
a través de la historia,
postrándonos ante los pies de ídolos;
humanizando fuerzas de la naturaleza;
obedeciendo a chamanes, brujos y sacerdotes;
definiendo sistemas y leyes físicas;
explicando la realidad
a través de leyendas y mitos;
consensuando religiones,
que niegan los mitos,
cuando no son más que mitos superelaborados,
y todo,
para sustentar nuestro rol de creatura superior en el planeta,
cuando la verdadera realidad es que,
cual más, cual menos,
respiramos, nos alimentamos y cagamos,
nos reproducimos y morimos,
bajo este cielo inentendible,
en este escenario, que es un secreto infinito...

viernes, 10 de abril de 2009

Mañana de pesca




W. B. U.


En el vasto horizonte de mi silencio
la música suena lenta en mis oídos,
garzas, queltehues, rumores de hojas
y algún lejano ladrido,
mientras espero con la mirada clavada abajo,
en la nubes y cerros invertidos.

Los peces, por aquí y por allá
dibujan anillos milenarios
sobre la quieta superficie del tranque,
y entre los juncos una traviesa tagua
ramonea y escarba los secretos del agua.

De los árboles, las hojas caen convertidas
en barcos que navegan a la deriva
y cada tanto los peces desafían
haciéndome un sonoro saludo con sus colas.

Mis anzuelos siguen desnudos,
en el vasto horizonte de mi silencio…
…es el arte de pescar sin carnada.

Desnudada






W. B. U.

Entre sus sueños eróticos más celosamente guardados estaba el que le desgarraran la ropa dejándola totalmente desnuda, abandonada, indefensa y sola, en medio de un paisaje oscuro y totalmente desconocido. En sus sueños ella no veía a su violador, sólo veía una mano delgada entre las sombras.

Eso era lo que soñaba siempre, en medio de una soledad cómplice y cuando lo hacía su mano la traicionaba y, agazapándose entre sus ropas, buscaba el calor de su perfumada vulva.

Por fortuna, sin buscarlo, al poco tiempo su sueño se hizo realidad, pero en manos de una mujer.

La gitana venía bamboleando su amplia pollera con su sinuoso caminar, le sonrió y no medió entre ellas ni una sola palabra. Hipnotizada, ella estiró su mano, la que fue leída con fruición y seguridad.

Al cabo de algunos minutos, la gitana se iba con un billete en sus manos, mientras ella quedaba abandonada, indefensa y sola en medio de un paisaje totalmente oscuro y desconocido. La gitana había leído en esos surcos, tres o cuatro verdades y había dejado un alma totalmente desnuda a la vera del camino.


FIN

martes, 24 de marzo de 2009

Oye












W. B. U.

-Oye…, soñé contigo…- se atrevió a musitar, con una voz que sonaba a excusa, cuando ella se puso de pie para tomar rumbo a casa. Es que, en verdad, la fiesta iba en franca decadencia.

Ella detuvo el movimiento de su cuerpo por una fracción de segundo. A él este gesto, casi imperceptible, le pareció absolutamente esperanzador…, pero ella ordenó su pelo con los dedos de su mano derecha y continuó avanzando, dándole a su vida la naturalidad de siempre.

FIN

sábado, 21 de marzo de 2009

Esclavo tuyo




W. B. U.

Esto que tengo aquí no es mío, ya es tuyo,
esto caliente, esto húmedo…
Esto que tengo aquí no es mío, ya es tuyo,
esto brioso, esto duro…
Esto que tengo aquí no es mío, ya es tuyo,
esto potente, esto espúmeo…
También este infinito que quería darte y que ya te he dado,
este sueño,
este espacio entrañable que los dos compartimos,
por eso te digo que esto que tengo aquí ya no es mío, es tuyo…

Es tuyo porque te lo has ganado,
en el fragor de las beligerancias
de nuestros cuerpos y nuestras almas,
donde todo se pierde, todo se gana.
Esto que tengo aquí no es mío, es tuyo,
esto que has conquistado casi con alevosía,
cautivando mis noches y liberando mis días.

Esto que tengo aquí, mis ansias y mis tiempos,
ya son todo tuyos,
porque he vendido mi alma a tu pasión,
a tus deseos y a tus guiños.
Ya no soy nada, porque todo te lo he dado,
me he rendido.
Hoy sólo tengo un tórrido pasado,
contigo.
Ya no alcanzo a soñar mi futuro…
Ya no soy nada,
salvo el bendito esclavo tuyo…

viernes, 20 de marzo de 2009

Soneto VIII, De cómo una chica quería amar a su novio

























W. B. U.

Quiero cantarle al mundo loco toda mi verdad
a pesar de los riesgos y de las hipocresías
quiero amarte todo, sin falacias sin falsías,
quiero amarte día y noche en total libertad.

Tengo un amor de agua, amor de océano
para entregártelo en pasiones desbordantes,
entre mágicas espumas y olas delirantes,
ven a buscarlo a lo profundo de mi piélago.

Pero mantengo el miedo del tiempo majadero
a pesar de los años, no quiero que se te olvide,
por eso te vuelvo a decir todo lo que quiero:

Perderme sumisa entre tus benditos confines
para grabar tu tierna sonrisa en mi recuerdo
y poder hacerte el amor como los delfines.

domingo, 15 de marzo de 2009

Soneto VII, Del cambio que experimentó una mujer al ser acariciada


















W. B. U.




¿Qué te habrán hecho mis manos, Carita de Ángel,
para que buscaras guardar en tu piel mis caricias?
Quizás los susurros de mi boca eran albricias,
quizás las palabras que dijiste serán tu cárcel…

¿Qué te habrán hecho mis besos, amor de amores,
para que pensaras en no dedicar más tus labios
a expresar las palabras y pensamientos sabios
que llenan el jardín de mi alma con bellas flores?

Yo quería robarle un beso a esa boca
y quitarle a la mía el sabor de angustia
pero ya viste como mi beso te dejó loca

y esa locura recia dejó mi alma mustia
convirtiendo mi blando espíritu en la roca
que desde ahora rehúsa recibir tu ostia.

lunes, 2 de marzo de 2009

Quiero guardar la luz de luna en mi bolsillo


W. B. U.

Quiero guardar la luz de luna en mi bolsillo
para curar ese loco corazón que tienes,
latiendo descontrolado, cuando vas y vienes,
encandilándome, hasta cegarme con su brillo.

“La luz de luna -proclamaba el vate Sabines-
alivia a los intoxicados de filosofía”,
por eso la atesoro con extrema porfía
y la tengo para cuando, necesario, lo estimes.

Da la llave de la luna a los desencantados
y guarda celosa un riguroso silencio.
Ella se pone a escuchar lo que no hablamos.

Quiero guardar su luz, pero la luna avanza
y se me escapa empujada por el viento
la cubren negras nubes, llega la desesperanza.

viernes, 23 de enero de 2009

Soneto a la Física Cuántica de tu Amor




W. B. U.







Dice del átomo la física cuántica:
la pequeña organización universal,
no es más que un breve núcleo sideral
rodeado de oscilación fanática.

De circuitos de rápidos electrones
que giran a velocidades increíbles,
manteniendo una estática indecible
para formar las redes que componen.

Eso es el átomo, espacio puro, pequeño
para algunos la razón de la sinrazón
para mí el fundamento de mis empeños.

Si forma todo, da blanda organización,
¿por qué, entonces, no puedo penetrar
la increíble dureza de tu corazón?

190109

lunes, 12 de enero de 2009

¿Y si después de todo no quisiera llorar?





W. B. U.


¿Y si después de los análisis de rigor
y las cuentas pertinentes
resulta que no quiero llorar?

¿Y si después de todo
resultara que en verdad no soy culpable,
que nunca lo he sido,
o que mi culpabilidad
no es otra que la de haber
aceptado la verdad?

Tú quieres que llore
¿por qué quieres que llore,
si una lágrima no basta para redimir el dolor?

Si tengo culpa,
si alguna culpa tengo
es la de haber enfrentado esto
con valentía,
sin cuestionamientos.

Estás equivocada,
has perdido el tiempo,
y, por lo demás, el sabor de este cigarro
sabe mucho mejor sin ti…

lunes, 5 de enero de 2009

Ser o No Ser





Walton Beltrán Uyevic


Fernando estaba inquieto, pues se enfrentaba al más crudo de sus dilemas: ser o no ser. Esa era la cuestión más importante que le perturbaba la razón.
Durante mucho tiempo había deambulado en los límites del limbo sin haber sido, como un autómata, como un robot. Era un perfecto desconocido. Un anónimo más en el amplio grupo de transeúntes sin rostro distinguible, sin más respaldo que el reconocimiento de su desconocida madre, tan anónima como él.
Divagó solo, la intimidad de los pasillos lo acogió como a un desterrado, como a un engendro que ocultaba la vergüenza de no ser. Escuchó opiniones de Eduardo, de Fabiola, quienes le sugirieron distintas opciones para que su entidad dejara de ser el simple accidente vital, que hasta la fecha había sido sobre el planeta.
De pronto, cuando nadie lo intuía siquiera, se iluminó en él la sonrisa de la decisión y de la certeza. Entonces, se sentó frente al teclado y editó su perfil en Facebook. Acto seguido, se inclinó satisfecho sobre el respaldo de su silla y respiró tranquilo. Ya existía.

FIN