miércoles, 8 de agosto de 2007

El disco de vinilo




Walton Beltrán Uyevic


En verdad, había comenzado a oscurecer en la habitación. En la parte alta de las paredes se dibujaban las sombras de las hojas de los árboles, recortadas por la luz amarillenta de un gordo y lento sol, que comenzaba a desaparecer tras el horizonte. Adentro, en el living comedor, un perpetuo y mecánico “rac - rac - rac” inundaba el tiempo detenido y un espacio somnoliento entre visillo y manteles de encaje, e indicaba que el disco de vinilo había terminado su función hacía tiempo; sin embargo, embelesado en el monótono ruido del disco y en su eterno girar, la baba de Jacinto mantenía completamente húmedo su babero y se desbordaba por la comisura de unos labios agarrotados, que se movía al son de violentos espasmos. Sus muñecas y sus dedos estaban completamente doblados y perpetuamente anquilosados, lo mismo que sus rodillas, tobillos, codos, hombros y cuello. Es que su cerebro había sido fulminado por el fuego de la anoxia al momento de nacer y el desdichado sólo había logrado alcanzar los 35 años, gracias a la fiel presencia de su madre que le cantaba todo el día al son de los discos de vinilo.
Pero el disco había llegado a su final. Y todo había llegado a su final, porque la anciana madre de Jacinto yacía inerte en el suelo de la habitación, traicionada por un colapso cardiaco, mientras la luz del sol también se iba apagando entre el florido follaje ocre del papel mural.

FIN

No hay comentarios: