lunes, 10 de septiembre de 2007

El renacer



W. B. U.

Cansado de tanta rutina, tantas planificaciones, tanta responsabilidad, tanto enjuiciamiento pertinaz, Enrique dejó botado su trabajo, llenó a la rápida algunas maletas y las emprendió al sur. Su automóvil recorrió confiado los 500 kilómetros que separaban el mundo que dejaba atrás del nuevo ambiente, un bucólico paraje a los pies de la cordillera.
En cuanto llegó, bajó y pudo percibir claramente el agridulce olor a la bosta de vaca, entre zumbidos de abejorros y tábanos. Se sintió feliz. Había decidido vivir, con inusitada pasión, en la eternidad magnífica de cada instante.

FIN

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