sábado, 9 de abril de 2011

Sin compasión




















W. B. U.


Despiadado él se alzó furibundo, encegueciendo
y la frágil razón de ella estalló en mil pedazos
todo desapareció, su sueño se fue muriendo
con ella, como si hubiera recibido el guadañazo.
En el ardiente fuego de su loco anhelo
de hembra, que nunca ha sabido esperar,
descorriendo de la escena el velo
comprendió todo y rompió a llorar.
Y para que nada faltase a su tortura
un grito la desgarró desde las entrañas
y fulguró sus pupilas una ráfaga de locura
porque se sentía atrapada cual alimaña.
Atrapada y expuesta a doloroso desplume
ella quiso desgarrar su piel compungida,
sobre la que permanecía el infame perfume
de aquella perversa promesa fingida.
En la playa de sus malditas esperanzas
vio su cariño mil veces ofrecido y rechazado,
arrastrado por viles olas de asechanzas,
que dejaban su amor con sangre manchado.
Cuando sintió en el pecho el deshonor
se estremeció en una convulsión siniestra
hasta que en el paroxismo de su dolor
comprendió que había perdido la palestra.
Con los ojos fuera de sus órbitas
ahogados en un llanto febril y terco
ella atinaba a mirar la careta irónica
y sentir el calor abrasador del desierto.
De tenerlo, pudo haberlo perdido todo
quizá, al final ésta fue su suerte mejor
seguro está el calor de casa y el acomodo
al hombre que da cariño que es casi amor.
También salvó la inocente voz del hijo frágil
que cándido no atinaba a comprenderlo todo
sólo pequeños esbozos de intuición lábil
descubría al mirar en la madre el triste rostro.
A pesar de su terrible dolor en medio
del pecho doliente y malherido
a pesar del desprecio cobarde y del tedio
debe seguir caminando su mal camino.
Su angustia era extrema, respirar le costaba
desgarrar el pecho quería, para que saliera,
la furiosa flama que por dentro le quemaba
al saberse despreciada y no compañera.
Mientras, bendito cielo azul soltaba arriba
su cóncavo dosel sobre el camino infame,
tálamo donde, acaso, la muerte y la vida
se enlazan perpetuamente para que no ame.
El infinito dolor de la hembra herida,
dividido entre las almas más errantes,
hubiera puesto taciturnos a todos en vida
pero no empañó con el más leve talante,
la divina armonía de la existencia que impone
que aunque por la vida camines, derecha o torcida
con aquella humildad, como Machado decir suele,
que debe ceder sólo ante la ley de la vida
y que es: “vivir como se puede”.




2 comentarios:

tecla dijo...

También salvó la inocente voz del hijo frágil que cándido no atinaba a comprenderlo todo sólo pequeños esbozos de intuición lábil descubría al mirar en la madre el triste rostro. A pesar de su terrible dolor en medio del pecho doliente y malherido a pesar del desprecio cobarde y del tedio debe seguir caminando su mal camino. Su angustia era extrema, respirar le costaba desgarrar el pecho quería, para que saliera, la furiosa flama que por dentro le quemaba al saberse despreciada y no compañera.


Cuentas mucho Walton. Sigue. Lo necesitas.
Un abrazo amistoso.

unsilencioquenocalla dijo...

Lamentablemente, no sé qué sucedió, pero no pude publicarlo separado en versos, aunque lo intenté tres veces. Por esta razón le puse aquella barrita diagonal al término de cada verso.

Gracias por tus palabras Socorro.