viernes, 8 de mayo de 2015

En el altar de tu piel



Quisiera ofrendar en el altar de tu piel un beso,
liberarlo sin premura por el espacio de tu sombra,
desde la carne enjuta a los pliegues de la alfombra
un ósculo que surja torpe, como ida sin regreso.

Un beso que avance lento por la curvatura de tu cuello,
que se amolde, calce y que vista esa piel con letargo,
un beso que sea una promesa dulce, caliente y largo,
demorarme hasta el fastidio, perderme en el resuello.

Quisiera experimentar la justicia de mirarte toda,
litúrgicamente, porque tu cuerpo me pertenece,
lo hice mío a costa de cientos de amaneceres
en que te besé, como sabe hacerlo este rapsoda.

Pero a pesar de todo emprendiste el camino
fue un trayecto sin prudencia, sin retorno
desde entonces, ardo en medio de este horno
que es pensarte en brazos de un enemigo.

¿A quién le doy, ahora, los besos que me sobraron,
esos que olvidé sembrar en el huerto de tus pechos,
esos que se enredaron entre los pliegues del lecho,
esos que con pasión, con risas y deseo nos hartaron?

W.B.U.
220415


1 comentario:

tecla dijo...

"Dime mujer, cuando el amor se olvida:¿Sabes tu donde va?"
El mismo camino deben de haber tomado esos perdidos besos, Walton.
Tal vez escondidos dentro de nosotros hasta que nos ahoguen el alma y la conciencia.
No se puede vivir sin besos.