viernes, 1 de febrero de 2008

El teléfono




W. B. U.


Ella era especial. Ella era tan especial que nadie podía hacer sonar, como una campanilla, la taza de porcelana en la que, por las tardes, endulzaba su té con una antigua cuchara de plata.
Ella era especial. Ahora lo sabía y estaba molesto por ello. Tuvo que pasar todo este tiempo, para que me diera cuenta de que, en verdad, la amaba. Sí, porque la amaba verdaderamente, tanto como para guardarme mis vergüenzas, tomar el teléfono y llamarla para ofrecerle disculpas, y jurarle que esta vez todo iba a cambiar.
Es que lo había descubierto. Por fin lo había descubierto. Por fin me había dado cuenta lo que era quererla por lo que ella era, con la misma decisión con la que ella me quería. Ahora había encontrado la valentía, ahora le diría quien yo quería ser, junto a ella. Ahora había encontrado el valor.
Sí, este es el momento, porque son cerca de las cinco, es tarde y hace un poco de frío. De seguro está en el ventanal, mirando hacia la avenida, a la poveda sombría y revolviendo su taza de té. Haciéndola sonar como campanita, como nadie sabe hacerlo, y ahora tengo el valor, por eso es que tomo con decisión el auricular, marco el número lentamente y me decido a esperar.
Sin embargo, me entristezco, como el día que se nubla junto a mí, porque han pasado ya cinco minutos y el teléfono no deja de sonar ocupado…

FIN

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