sábado, 18 de agosto de 2007

La micro



Walton Beltrán Uyevic




Subo, una vez más, como siempre, después de la aburrida Jornada Escolar Completa y apenas miro al chofer. Es un rostro sin esencia, que nunca me detendré a observar, menos hoy que llevo un hambre que me reclama en las entrañas. A la micro le llaman, con justa razón, “la rompehuesos”. Traquetea sobre el asfalto infame que se descascara y las calcomanías son un arcoiris de información que se pega a la pared interior, entre garajes y recarga de extintores, entre articulados, prohibiciones ministeriales y hedores de axila. Termino de leer por enésima vez: “… dirija el chorro a la base del fuego” y sólo entonces, cuando levanto mi cabeza, me doy cuenta. ¡Qué pena, la vieja! La micro va llena y se tiene que ir parada. Miro por la ventana unos gastados paisajes y siento pena por ella. Nadie le da el asiento…

FIN

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