W. B. U.
Me voy quedando constreñida de vísceras,
muriendo de todo, lentamente, como un ocaso,
agobiante y torpe es esta muerte en vida,
en que no hago nada por seguir viviendo,
ni por morir.
No me golpeó tu desprecio,
sino tu apatía, tu falta de agallas…
Las esperanzas que fui tejiendo como una estola,
como retal de ilusiones que creía nuestras
las desgarraste de un tirón
y se pierden ahora
como gotas de un aceite añejo
que destilan lánguidamente,
tristes pétalos marchitos
que se pierden en las sombras
del recóndito pozo de esta soledad.
No tengo fuerzas para nada,
no puedo siquiera gritar.
Desgarrada quedó mi valentía
y hasta las lágrimas me han traicionado.
Lo único que se me ocurre
es abrir mi pecho
para sacarme de una vez este artefacto,
inoficioso músculo,
a veces altanero,
que late aquí dentro,
con el compás maquinal y austero
de ruedas roncas de tren sureño.
No quiero sentirlo más,
porque los ecos de su pálpito,
me suben a las sienes
y me fustigan,
como látigos hambrientos de esta carne triste.
La certeza de tu abandono no tiene compasión,
me desgarra,
haciéndome sangrar el aliento,
me hace güilas las fibras del anhelo y ya no queda luz.
El mate de la playa,
prometido y soñado hasta el cansancio,
como letanía de esperanzas,
sabrá a olvido y a soledad.
Y este útero ofrecido como patena de aguardos
se contrae ahora como un higo seco en la aridez del desengaño.
Necesito ahora esos besos,
los que te robaba,
esos besos indecentes
mil veces descubiertos en los pliegues de mi piel,
necesito ahora esos besos
para calmar la fiebre de este desgarro.
Pero sigue existiendo este amor maldito,
y este juego infame en el que debo seguir
fingiendo vivir…